Hace unos días caminaba por la calle junto con mi guitarra rumbo a las clases cotidianas, cuando una anciana cargadísima de años en su espalda y en sus endebles piernas me llamó. Me acerqué lentamente con mi cara llena de preguntas, ella quería saber si yo le podía enseñar a tocar la guitarra. Me invitó a pasar a su casa con olor a tiempo, para mostrarme un viejo instrumento; observé detenidamente en la pared cantidad de números de teléfono escritos con urgencia, entonces comprendí que María y yo teníamos muchas cosas en común.
Pronto pude ver un gran piano, un par de violines envejecidos, me contó que habían sido de su marido ya fallecido, también tenía un acordeón y un teclado. Me llené de ternura mirando sus ojos tan cargados de soledad. Había que hacer un par de arreglos en la guitarra, como cambiarle las cuerdas. Ella sacó de su bolsillo algunos billetes arrugados y me los dió, a mi!! una simple desconocida que pasó distraídamente frente a su puerta casi sin percibir los tesoros que se escondían en esa tan humilde casa. Pasaron los días y yo corrí a comprar esas cuerdas, no quería que ni por un momento llegara a sospechar que no se las llevaría. Estaba tan agradecida por su confianza.
Bueno llegó el momento y fui a visitarla un día en el que las emociones me habían dejado extenuada y creí que acercarme a ella iva a ser beneficioso para ambas. Entré a su casa, a sus números, sus perros e instrumentos . María estaba sentada en la pequeña cocina mirando en la televisión un programa sobre gente que busca gente. Me ofreció verlo, yo me acerque sin ningún interés porque no soy afecta a la televisión.
Mientras colocaba las cuerdas con bastante paciencia comencé a adentrarme en la historia de ese chico abandonado por su madre a los tres meses de edad y maltratado ferozmente por su padre. El había crecido con todo ese dolor e indiferencia y solo quería encontrar a su mamá, finalmente lo logró. Sus ojos tristes se me hundieron en el corazón. Comencé a llorar disimuladamente mientras María buscaba una felpa para limpiar la guitarra, cuando ella me descubrió no pude contenerme ya y tuve entonces un llanto espeso le dije - Ah que voy a decirle a mis hijos cuando me vean llegar con la cara corroída? Ella me sonrió amablemente se sentó a mi lado y comenzó a contarme su historia, otra historia terrible de maltrato. Su papá la había violado cuando solo tenía tres años, algo que la había marcado para toda la vida y que nunca se había atrevido a contar hasta ese momento, a mí, a esta extraña conocida que por esas cosas del destino lloraba a mares junto a ella.
Me habló de su esposo, ese por el que llora y grita cada noche remordiéndose en la extrañeza del que fue el único y verdadero amor en su vida.
Me fuí sabiendo que María no iba a estar tan sola ahora, que en mí iba a tener algo más que a una amiga y entendí que cuando uno pone su corazón frente a los otros y no la indiferencia, se encuentra del otro lado con un corazón a puertas abiertas.
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