El hospital le sabía a un hogar lleno de cuidados, en él se sentía protegido. Su cabeza rota no le permitía olvidar el día del accidente, cuando una simple pelota valió más que su propia vida...pero ¿ que vida?llena de golpes, de magullones, de una madre corpulenta, todo poderosa! deseosa de crear músculos hasta en el corazón que no tenía.
El era solo un niño. Me estremecía su extrema resignación, su generosidad, su complacencia, sus lágrimas callendo silenciosas cuando una aguja le extraía el líquido de su cabeza. Yo veía como se desinflaba ,absorta, con él sufría y me mordía , con los brazos apretando a mi hijo convalesciente y a la vez tratando de abrazar a Steven con los ojos.
Aveces solitario dibujaba soles y estrellas que adornaban la triste habitación decolorida. Hablándole con los colores a la madre que tanto deseaba tener , la que en realidad solo esperaba que se cure para poder destruírlo por completo.
Nunca volví a ver a Steven, me quedé con su nombre y la promesa de enseñarle a dibujar y también con las enormes ganas de encontrarlo algún día y ver en su rostro un rastro de felicidad.
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